
RECORDANDO A SERGIO URREGO
El atraso ideológico que aún persiste en algunos sectores de Colombia se evidencia con el suicidio lamentable del joven Sergio Urrego[i], quien ocupo uno de los mejores resultados del ICFES a nivel nacional.
Cotidianamente se viven situaciones que demuestran el enquistamiento de un pensamiento ultra conservador y rancio que por su naturaleza cerrada y atrasada no entiende lo que es pensar diferente y el derecho a ser. El asesinato de Nicolás Neira, y el suicidio de Sergio Urrego son solo dos casos de los, lamentablemente, miles que demuestran lo absurdo de éste sistema.
Salir de la cuadricula estipulada de cómo se debe pensar, hablar, actuar en todos los aspectos de la vida, como lo político, económico y en las relaciones sociales, desde lo más mínimo cómo por ejemplo el vestir, hasta lo más complejo y elevado como el asumir en lo concreto una postura ideológica humanista es toda una contravención, tachada, en el contexto actual como subversiva o terrorista.
Sergio Urrego, lo sabía más no lo soportó, pues es innegable lo indignante que significa el rechazo a poder ser, continuar viviendo con parámetros de ocultamiento y mordaza, y peor aún con instituciones que promueven la persecución y muerte para quien no se rinde y se aferra a sus ideales. En el caso de Sergio, como su padre lo expresó acertadamente, fue “un grito de protesta” que dolorosamente implico su derecho a vivir.
Consciente o no, valido o no fue un hecho que sacude las fibras de quienes no estamos conformes con esta realidad, la cual, hace mucho que quiere transformarse y ha sido contenida por los poderes económicos e ideológicos de quienes nunca podrán entender el amor entre personas del mismo sexo, porque tampoco saben que es amar, no podrán entender el significado de la solidaridad porque ni ellos mismos se soportan, nunca aceptaran colectivizar la riqueza porque en el afán de acumular no saben que es compartir.
Al leerse algunos apartes de las cartas que dejo Sergio Urrego, es inevitable sentir furia con este sistema, pues Sergio quería vivir, no la basura de este sistema sino lo bello de la vida, y al verse inmerso en la encrucijada de la vida y la muerte no encontró la salida.
Ante esta realidad injusta y pátética, contradictoria a los abrazos de una amistad profunda, las sonrisas francas y motivantes, los momentos de amor y ternura, la mano segura que se combina con la mirada sincera y sobre todo la esperanza de transformar lo injusto de la vida, nos invita cada día a batallar por hacer de lo imposible lo posible. Necesario es que se transforme las relaciones que se estructuran desde la prohibición del ser y la competencia para obtener más pasando por encima de los demás.
[1] Sergio Urrego de 16 años, era integrante de una corriente de estudiantes libertarios y tenía orientación homosexual, condición por la que fue perseguido por las directivas, algunos docentes y la psicologa del untraconservador Gimnasio Campestre Castillo, quienes incluso alentaron a la familia de su pareja a denunciarlo por abuso sexual, situación que le llevo al suicidio.

